El Carmen, reinserción de la biodiversidad en Coahuila
Un remanso de 140 mil hectáreas para bisontes, venados y osos negros

En un área de más de 140 mil hectáreas pueden cohabitar libremente, lejos del acecho humano y actividades insostenibles, el bisonte americano, que regresó a su hábitat natural —las planicies de pastizales coahuilenses— después de más de un siglo de ausencia; el venado bura, una especie desaparecida hacía décadas, además del puma, el gran felino de los bosques montañosos y regiones desérticas, entre otros muchos mamíferos, aves, reptiles y anfibios.
Ese remanso de paz es la Reserva Natural El Carmen, un ejemplo de consenso y trabajo conjunto entre la iniciativa privada, ejidatarios, los tres órdenes de gobierno y sus organismos ambientales, organizaciones de la sociedad civil y academia para lograr la reinserción de especies extintas, al borde de la extinción o desplazadas por la explotación de los recursos vitales para su supervivencia.
Esta extensa área, situada en Coahuila y que se extiende hasta el suroeste de Texas, es una muestra de cómo sí es posible reinsertar, conservar y proteger la biodiversidad con una visión a largo plazo con la finalidad de construir un legado para las generaciones futuras.
El Carmen desde el año 2001 pertenece a la empresa cementera Cemex (fundada en Nuevo León, en 1906), ubicada dentro de la Reserva de la Biosfera Maderas del Carmen, cuyo objetivo es preservar uno de los rincones más ricos en diversidad biológica de México y del mundo.
La posición transfronteriza de El Carmen, compartida entre México y Estados Unidos, le otorga una relevancia particular.

De las más de 140 mil hectáreas de la reserva, alrededor de siete mil hectáreas se encuentran pasando el río Bravo que colindan con el parque nacional Big Bend, en territorio texano, y esa posición convierte a la reserva en un corredor biológico de rutas migratorias que también protege especies provenientes de Canadá y Estados Unidos a su paso hacia otros territorios, como la mariposa monarca y algunas especies de libélulas, murciélagos y aves migratorias, dijo a Excélsior, Jonás Delgadillo Villalobos.
Por ejemplo, las mariposas monarca entran a territorio coahuilense por el Cañón de Boquillas hasta Múzquiz.
CONECTIVIDAD ECOLÓGICA
Otra especie en ambos lados de la franja fronteriza es el oso negro, que se encuentra en Maderas del Carmen y Chisos, en el parque nacional Big Bend.
Así, el jefe de Operaciones de El Carmen resaltó que el corredor biológico permite una conectividad y continuidad ecológica que facilita el flujo genético de las especies, la migración de fauna y la dispersión de flora, lo que a su vez ayuda a mantener poblaciones saludables y ecosistemas resilientes.
Además —continuó—, la colaboración binacional en temas de conservación fortalece las acciones de protección y restauración, así como de proyectos de investigación, monitoreo y manejo de los recursos naturales, puesto que muchas especies tienen poblaciones en ambos lados de la frontera.

LOS ECOSISTEMAS DESCANSARON Y LA FAUNA Y FLORA REGRESARON
La Reserva Natural El Carmen se caracteriza por una diversidad de paisajes. Las elevaciones rompen la vastedad del desierto con su topografía irregular, formando cañones y valles que albergan una gran biodiversidad. Los relieves montañosos se entremezclan con áreas de matorral, pastizales y áreas boscosas, donde ahora hay vida y ésta es protegida.
Décadas antes de que Cemex adquiriera las más de 140 mil hectáreas que hoy conforman la reserva, había explotación indiscriminada de los recursos forestales, de hecho, había cinco aserraderos en los bosques de pino y encino; también hubo extracción minera de plata, oro, fluorita, cobre y zinc.
Otra actividad insostenible y devastadora de los suelos de esos vastos territorios fue la ganadería.
Sin embargo, cualquier ecosistema es capaz de revivir, de regenerarse, cuando deja de explotarse y se eliminan actividades arraigadas durante décadas, como la ganadería extensiva; sobre todo, dejar de intervenir permite que los suelos descansen para que puedan cumplirse los ciclos naturales, explicó a Excélsior Jonás Delgadillo Villalobos, jefe de Operaciones de El Carmen.
Desde el año 2001, el biólogo y especialista en ciencias forestales está involucrado con los trabajos de conservación en la reserva y contó que después de cinco años los ecosistemas empezaron a regenerarse, a estar más vivos, lo cual hizo que algunas especies animales volvieran a su hábitat original.
A la fecha, se ha logrado la restauración de suelos degradados, específicamente de más de 21 mil hectáreas de pastizales.
En la montaña, el bosque de pinos y encinos se levanta a dos mil 500 metros sobre el nivel del mar; ahí en los años 40 del siglo pasado había cinco aserraderos, donde la explotación maderera fue acabando con el paisaje, narró Delgadillo Villalobos, y como los dueños —de origen mexicano— se iban moviendo de un lugar a otro, no dejaron registro, pues todo lo desmontaron, pero sólo quedaron grandes áreas sin árboles, sin vegetación y sin fauna. La última explotación se dio entre 1980 y 1986, agotando los recursos naturales.
En esos territorios vivieron grandes poblaciones de osos plateados y lobos mexicanos, hoy extintos por la destrucción de sus hábitats y por sus depredadores naturales y el hombre.
En la reserva cohabitan 78 especies de mamíferos, incluidas algunas endémicas; 289 de aves, 80 de reptiles y anfibios, y mil 500 especies de plantas.
El jefe de Operaciones de la reserva recordó que uno de los logros más exitosos ha sido la reintroducción del bisonte americano, después de más de un siglo de no habitar por esos lares, además de completar el primer ciclo reproductivo, pues este año nacieron las primeras crías en estado salvaje.
Así, los más de 90 bisontes que pastan en libertad son fundamentales en el ecosistema, pues regeneran los pastizales y ello ayuda a la captura de dióxido de carbono.
Delgadillo Villalobos agregó que otro proyecto de reintroducción exitoso es el del borrego cimarrón. Para ello se construyó un criadero de alrededor de cinco mil hectáreas protegidas con cercas electrificadas y libres de depredadores como el puma y el oso negro.
Ahí, 250 ejemplares corren a lo largo y ancho del área; además, se han liberado más de 100, lo cual los convierte en la única población en vida silvestre en Coahuila.
En ese paisaje sui géneris coahuilense, conformado por el desierto, las grandes montañas y los pastizales, los animales están seguros, como los enormes bisontes, iconos de la lucha contra las adversidades; el oso negro, donde está más protegido que en cualquier otra parte del país; además del conejo robusto (originario de la región), liebres, zorros, correcaminos, codorniz de Moctezuma (emblema de la montaña), águila real, águila cola roja, pecarí de collar (cerdo salvaje), gato montés, coyote, ardilla de la roca, topo de montaña (endémica), musaraña, tuza, ardilla chichimoco, zopilote aura y guajolote, entre muchos otros animales.
Por donde se mire, no hay asentamientos ni amenazas humanas.