Internacional

La lección de Dilexi te; El amor cristiano como forma de justicia

Dilexi te, la carta pastoral del papa León XIV, traza un itinerario del amor activo. Su inicio y su fin coinciden en una frase breve y decisiva: “Te he amado.†En esas dos palabras se resume una visión completa del cristianismo: el amor no es un sentimiento privado, sino una forma de justicia.

Inspirada en la parábola del Buen Samaritano, la carta replantea una pregunta esencial. No se trata de identificar quién fue el prójimo del hombre herido, sino de mirar hacia dentro y preguntarse: ¿con quién me identifico yo? La respuesta obliga a pasar de la emoción al compromiso: “Ve, y procede tú de la misma manera.â€

Ese tránsito del sentimiento a la acción recorre la historia del cristianismo. En el siglo III, durante la peste de Cartago, los cristianos cuidaron a los enfermos y enterraron a los muertos cuando nadie más lo hacía: improvisaron los primeros servicios de salud pública del mundo antiguo. En el siglo XVI, San Juan de Dios y San Camilo de Lelis fundaron hospitales gratuitos cuando la esperanza de vida apenas alcanzaba los 35 años. En el XVII, en un París donde uno de cada tres habitantes vivía de la mendicidad, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl organizaron asistencia por barrios, lo que hoy llamaríamos una red local de bienestar.

En los monasterios benedictinos, San Basilio Magno y San Benito de Nursia ofrecían refugio a viudas, peregrinos y niños abandonados. Las órdenes redentoras —Trinitarios y Mercedarios— liberaron a miles de cautivos. En la Edad Media, cuando el 90% de la población europea vivía en pobreza rural, los monjes ofrecían hospitalidad y alimento a los caminantes. Y ya en el siglo XIX, mientras más de 60 millones de europeos cruzaban el Atlántico sin apoyo estatal, San Juan Bautista Scalabrini y Santa Francisca Javier Cabrini fundaron redes para acompañar a los migrantes.

Mucho antes de que existieran ministerios de bienestar, censos de pobreza o metas de desarrollo sostenible, la Iglesia había puesto en práctica la salud, la educación, la hospitalidad y la seguridad social como expresiones del amor al prójimo. Dilexi te reivindica esa tradición como raíz —y muchas veces inspiración— de los derechos sociales modernos.

El Papa recuerda que el amor auténtico no se conforma con aliviar los síntomas: busca sanar las causas. Amar al prójimo significa construir estructuras que no produzcan heridos. En ese sentido, Dilexi te no es solo una meditación espiritual, sino un llamado social y político: invita a pasar del consuelo a la reparación, de la emoción a la acción, del alivio individual a la transformación colectiva.

El texto rescata una verdad que atraviesa los siglos: el amor que se organiza crea comunidad; el amor que se compromete funda justicia. La historia de la caridad cristiana es también la historia de los derechos humanos.

Hoy, cuando la desigualdad vuelve a ser el paisaje y no la excepción, Dilexi te suena con fuerza renovada. Nos recuerda que el amor no espera políticas, las inaugura; no mide la pobreza, la enfrenta; no busca reconocimiento, sino justicia.

Y, al final, vuelve la frase inicial —que ya no se lee igual—: “Te he amado.â€

En esa certeza caben todos los derechos, todas las políticas y todas las esperanzas.

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