Internacional

¿Por qué Trump destruyó el Ala Este de la Casa Blanca?

La decisión ha desatado críticas sobre su legalidad, la falta de transparencia y el impacto en el patrimonio histórico; los aliados de Trump defienden la obra como una modernización necesaria.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó la demolición completa del Ala Este de la Casa Blanca para dar paso a la construcción de un suntuoso salón de baile valorado en 300 millones de dólares. En cuestión de días, la estructura, inaugurada en 1902 y ampliada en 1942, fue reducida a escombros por maquinaria pesada. Esta drástica transformación suscitó de inmediato preguntas sobre la legalidad de la medida.

Trump justificó la demolición como necesaria para construir un gran salón de baile en el complejo presidencial, parte de su objetivo de dotar a la Casa Blanca de un espacio de eventos acorde a su estilo ostentoso. Según el mandatario, por años los presidentes han anhelado un recinto amplio y lujoso para banquetes oficiales, en lugar de usar carpas temporales en los jardines. La nueva sala, de aproximadamente 8 mil 300 metros cuadrados, podrá albergar cerca de mil invitados sentados.

Originalmente, la Casa Blanca había insinuado que la expansión no afectaría la estructura existente. En julio, Trump aseguró que el proyecto “no interferirá con el edificio actual” y prometió: “Estará cerca, pero sin tocarlo… y respeta plenamente el edificio existente, del que soy un gran admirador”. Sin embargo, al iniciarse las obras quedó claro que todo el Ala Este sería derribada. “En orden de hacerlo correctamente, tuvimos que retirar la estructura existente”, explicó esta semana Trump, reconociendo el cambio de planes.

 

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¿El legal (y ético) demoler esa parte de la Casa Blanca?

Los trabajos de demolición comenzaron el lunes sin aviso público ni consultas a los órganos que normalmente supervisan cambios en la Casa Blanca. La Comisión Nacional de Planificación de la Capital (NCPC) y la Comisión de Bellas Artes no pudieron intervenir debido al cierre del gobierno. La Casa Blanca sostiene que no era necesaria una aprobación formal para derribar el Ala Este, argumentando que la revisión aplica solo a la nueva construcción; pero expertos sostienen que sí debió someterse a revisión pública. Ahora el ala ya está demolida, haciendo irrelevante cualquier revisión tardía del proyecto.

La demolición de una parte del edificio más famoso de Estados Unidos desató de inmediato duras críticas por parte de la oposición demócrata, historiadores y conservacionistas. Muchos calificaron la acción como un abuso de poder y un atentado contra el patrimonio histórico. Los defensores del patrimonio también manifestaron su alarma. El Fideicomiso Nacional para la Preservación Histórica urgió a pausar la demolición, advirtiendo que el salón “abrumará la Casa Blanca”.

La Casa Blanca tachó las críticas de “indignación fabricada” y afirma que Trump está actuando dentro de sus facultades al remodelar la residencia presidencial. “El presidente Trump tiene plena autoridad legal para modernizar, renovar y embellecer la Casa Blanca, igual que todos sus predecesores”, declaró la portavoz Karoline Leavitt en defensa del proyecto. El gobierno argumenta que esta obra sigue la tradición de mejoras en la Casa Blanca y que los cambios estructurales realizados fueron recomendados por los arquitectos para garantizar la seguridad y longevidad del edificio.

 

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¿Quién va a pagarlo?

Trump presume que el nuevo salón de baile tendrá “costo cero” para los contribuyentes, financiado completamente con donaciones privadas. El mandatario incluso ha mencionado que aportará de su propio bolsillo. La Casa Blanca informó que grandes corporaciones e individuos adinerados afines a Trump han contribuido fondos –incluidos varios gigantes tecnológicos–, lo cual ha despertado críticas por potenciales conflictos de interés. Expertos en ética advierten que esta dinámica ejerce presión sobre el sector privado; “toda empresa invitada a esa cena que no asista o no done sabe ahora que perderá el favor de la administración Trump”, advirtió Claire Finkelstein, profesora de Derecho de la Universidad de Pensilvanianewsweek.com.

Desde la reconstrucción interior realizada bajo el gobierno de Harry Truman (1949-1952), ningún presidente había alterado tanto la Casa Blanca como lo ha hecho Trump. En las décadas posteriores, las modificaciones en la mansión presidencial fueron mínimas y de carácter funcional; por ello muchos consideran que Trump ha traspasado límites tradicionales en el cuidado de la residencia presidencial.

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