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Julieta Fierro desentrañó la química de las estrellas

Aunque su nombre está ligado de manera entrañable a la divulgación científica, Julieta Norma Fierro Gossman también dejó una huella importante en la investigación astronómica. Su carrera científica comenzó en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde estudió Física y Astrofísica, y desde ahí se adentró en un territorio fascinante: la composición química de la materia interestelar.

Ese gas y polvo que se extiende entre las estrellas fue el centro de sus primeros trabajos en el Instituto de Astronomía. Fierro buscaba entender de qué están hechos esos materiales que, al condensarse, dan origen a nuevos astros y planetas. Estudiar el medio interestelar era, en sus palabras, leer la historia íntima del cosmos.

 

Nebulosas y evolución química

En paralelo, investigó las nebulosas planetarias, nubes brillantes que se forman cuando las estrellas llegan al final de su vida. Allí observó cómo elementos como el oxígeno o el carbono se dispersan en el espacio, enriqueciendo a las generaciones futuras de sistemas estelares. Para Fierro, cada nebulosa era un laboratorio natural de química cósmica.

Estos estudios se enlazaron con su interés en la evolución química del Universo: cómo la abundancia de elementos varía en distintas regiones de las galaxias y qué pistas ofrece para reconstruir la historia de la materia. Sus reflexiones quedaron plasmadas en libros como Las nebulosas planetariasLa evolución química del Universo y Fronteras del Universo.

 

El Sistema Solar y lo cercano

Su mirada no se limitó a lo lejano. También abordó temas del Sistema Solar, convencida de que acercar el estudio de planetas, lunas y asteroides al público era una forma eficaz de inspirar vocaciones científicas. Fierro combinó las escalas: del polvo interestelar a los mundos que nos rodean, siempre con la idea de que la ciencia debía sentirse cercana.

La huella de Fierro trascendió fronteras. Participó en la creación de espacios de observación y divulgación como el Observatorio McDonald en Estados Unidos, el Planetario Sutherland en Sudáfrica y un museo de ciencias en Puerto Rico. Para ella, la investigación debía caminar de la mano con la educación y la cultura científica.

Esa trayectoria le valió el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, la categoría más alta en México, y la presidencia de la Comisión de Educación de la Unión Astronómica Internacional, desde donde influyó en la formación de astrónomos en distintos países.

Aunque con el tiempo se dedicó de lleno a la divulgación, Fierro nunca dejó de considerar la investigación como base de su quehacer. Lo que aprendía en los telescopios, los laboratorios y los congresos lo transformaba en metáforas, demostraciones y libros. Para ella, un hallazgo científico no estaba completo hasta que podía ser explicado con claridad a estudiantes y al público en general.

Julieta Fierro supo tender puentes entre la ciencia más especializada y la sociedad. Sus investigaciones sobre nebulosas, galaxias y la evolución química del Universo alimentaron una convicción que repitió hasta el final: “La ciencia es la manera de entender a la naturaleza, y además es una fuente inagotable de felicidad.”

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