Nació la Fernandomanía: ‘no soy un supermán’

Fernando Valenzuela era el nuevo fenómeno del beisbol sin ni siquiera haber cumplido un mes como abridor de los Dodgers de Los Ángeles. El entonces lanzador de 20 años acumuló 34 entradas y un tercio sin permitir carrera en el inicio de la temporada 1981. Ligó ocho triunfos, cinco de ellos por blanqueada y las Grandes Ligas se rendían ante el mexicano.
No soy un Supermán”, respondió Valenzuela ante las hazañas que conseguía en el centro del diamante. “Nunca tengo miedo cuando estoy lanzando”, agregó con la ayuda de un traductor al enjambre de periodistas que buscaba conocer más sobre el nuevo fenómeno del beisbol.
Aquel famoso juego del 9 de abril de 1981 es para Valenzuela el más importante de su carrera, ya que considera que si no hubiera respondido, era difícil que recibiera una oportunidad igual.
Tommy Lasorda, mánager de los Dodgers, tenía reportes de que al joven lanzador lo podría utilizar en cualquier situación por muy complicada que luciera. Por eso no dudó en que sería el indicado para abrir el juego inaugural ante los Astros de Houston ante una serie de lesiones de sus lanzadores.
He visto muchos muy buenos lanzadores en mi tiempo. Algunos como Sandy Koufax y Don Drysdale, eran fenomenales, pero Valenzuela es diferente. Es único en su clase y si no, díganme: ¿supieron alguna vez de un joven que tuviera a los 20 años un screwball tan eficaz? Tiene habilidad, técnica y un excelente sentido de lo que es el pitcheo, es increíble”, expresó Lasorda a los periodistas, previo a su primer juego en Nueva York, en una nota de Excélsior del 8 de mayo de 1981.
A veces no puedo creer yo mismo lo que veo de Fernando”, agregó el famoso manager.
Para esa presentación ante los Mets, Fernando Valenzuela tuvo que viajar un día antes que el resto del equipo para atender una conferencia de prensa especial ante los medios de comunicación de la Gran Manzana.
Tomé unos meses para controlarlo. El control fue lo que más tiempo me llevó”, respondió el mexicano sobre su famoso lanzamiento de screwball.
La Fernandomanía estaba en su máximo fervor antes de cumplirse los dos meses de temporada. Los boletos en las presentaciones del mexicano se agotaban en cuestión de horas y no importaba si el equipo local andaba en una mala temporada. Los aficionados querían ver al pitcher zurdo y en cada juego del mexicano se vendían entre 10 mil y 15 mil boletos extra.
La confianza y seguridad que mostraba el novato mexicano hacían dudar a muchos sobre su edad.
Quisiera ver su certificado de nacimiento”, expresó Gary Carter, estelar catcher de los Expos de Montreal al enfrentarlo por primera ocasión. “Es increíble que un pelotero de 20 años pueda ser tan bueno”, agregó.
Hasta sus compañeros en los Dodgers, como Reggie Smith, no dejaban de maravillarse con las actuaciones de Fernando Valenzuela.
Es como si el hombre grande de allá arriba le puso una mano al hombro y le dijo: ‘Tú eres el elegido’”, opinó el jardinero.
Se encontraban todo tipo de souvenirs con la imagen de Valenzuela, incluso rosarios con los que mujeres de origen mexicano que residían en Los Ángeles, rezaban en cada salida del pitcher.
Los políticos querían conocer al humilde personaje, el menor de 12 hermanos y que nació en el hasta entonces desconocido Etchohuaquila, que de pronto se convirtió en el lugar más visitado.
El 9 de junio fue el invitado de honor al desayuno que sostuvieron los presidentes Ronald Reagan y José López Portillo en la Casa Blanca. A su llegada, se encontró con el entonces secretario de Estado, de los Estados Unidos, Alexander Haig, quien rompió los protocolos para acercarse a saludar al beisbolista mexicano. El embajador estadunidense en México, John Gavin, se ofreció como su traductor durante la reunión. Valenzuela no dejó de firmar autógrafos y posar para las fotografías.
El asombroso desempeño del pitcher sólo se vio frenada por una huelga en las Grandes Ligas que inició el 11 de junio y duró 50 días, receso que Fernando Valenzuela aprovechó para hacer diferentes presentaciones en México, siempre ante miles de aficionados que querían conocer al nuevo ídolo.
El paro laboral pudo cortarle el ritmo, pero lo mejor estaba por venir.