¿Ejercicio en pastillas? Descubren la proteína que activa el fortalecimiento de los huesos

Un equipo de investigadores de la Universidad de Hong Kong identificó una proteína clave que permite al cuerpo detectar el ejercicio físico y traducirlo en fortalecimiento óseo, un hallazgo que podría abrir la puerta al desarrollo de medicamentos capaces de imitar los beneficios del movimiento en personas que no pueden ejercitarse.
El estudio, publicado el 28 de diciembre en la revista científica Signal Transduction and Targeted Therapy, señala a Piezo1 como una proteína mecanosensible que actúa como un sensor interno del movimiento dentro de las células madre de la médula ósea. Su activación evita la pérdida de masa ósea relacionada con la edad y promueve la formación de hueso nuevo.
Los investigadores advierten que este descubrimiento podría tener implicaciones importantes para personas adultas mayores, pacientes postrados en cama o con enfermedades crónicas, quienes enfrentan un alto riesgo de fracturas pero no pueden realizar actividad física regular.

Cómo el cuerpo convierte el movimiento en huesos más fuertes
A través de modelos en ratones y células madre humanas, el equipo descubrió que Piezo1 funciona como un interruptor molecular dentro de las llamadas células madre mesenquimales, responsables de generar distintos tipos de tejido en la médula ósea.
Cuando estas células reciben señales mecánicas derivadas del ejercicio, Piezo1 se activa y dirige su desarrollo hacia la formación de hueso, al mismo tiempo que reduce la acumulación de grasa en la médula. En contraste, cuando la proteína no está presente o no funciona correctamente, las células tienden a convertirse en tejido graso, acelerando el debilitamiento óseo.
“Básicamente hemos decodificado cómo el cuerpo convierte el movimiento en huesos más fuertes”, explicó Xu Aimin, profesor del Departamento de Medicina de HKUMed y líder del estudio. “Al activar la vía de Piezo1, podemos imitar los beneficios del ejercicio, engañando al cuerpo para que piense que está haciendo actividad física incluso sin movimiento”.

El vínculo entre inflamación y pérdida ósea
El estudio también identificó un segundo mecanismo relevante. La deficiencia de Piezo1 provoca la liberación de señales proinflamatorias —entre ellas Ccl2 y lipocalina-2— que favorecen la conversión de células madre en grasa y dificultan la formación de hueso.
Cuando los investigadores bloquearon estas señales inflamatorias en los modelos experimentales, observaron una mejoría significativa en la salud ósea, lo que refuerza la idea de que Piezo1 cumple un papel central tanto en la regeneración del hueso como en la prevención de su deterioro.
Este hallazgo ayuda a explicar por qué la inactividad prolongada, como ocurre en hospitalizaciones largas o en personas con movilidad limitada, suele estar asociada a una pérdida acelerada de masa ósea.

Una necesidad médica urgente
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres mayores de 50 años sufrirá una fractura relacionada con la fragilidad ósea. En regiones con poblaciones envejecidas, como Hong Kong, el problema es aún más pronunciado: 45% de las mujeres y 13% de los hombres mayores de 65 años presentan osteoporosis.
“Este descubrimiento es especialmente significativo para personas que no pueden hacer ejercicio debido a fragilidad, lesiones o enfermedades crónicas”, señaló Wang Baile, profesor asistente de investigación y coautor del estudio. “Nuestros hallazgos abren la puerta al desarrollo de ‘miméticos del ejercicio’, fármacos capaces de activar químicamente la vía Piezo1”.
¿Podría el ejercicio convertirse en una pastilla?
Aunque los investigadores subrayan que ningún medicamento sustituye completamente al ejercicio, el descubrimiento de Piezo1 plantea un nuevo enfoque terapéutico: reproducir los beneficios óseos del movimiento sin necesidad de actividad física.
El profesor Eric Honoré, del Centro Nacional Francés para la Investigación Científica, destacó que este trabajo ofrece “una estrategia prometedora más allá de la terapia física tradicional”, con el potencial de reducir de forma significativa el riesgo de fracturas en poblaciones vulnerables.
Por ahora, el equipo trabaja en traducir estos hallazgos a aplicaciones clínicas, con la meta de desarrollar tratamientos seguros que ayuden a mantener la masa ósea, prevenir caídas y preservar la independencia funcional en personas con movilidad limitada.



