Oso Barry, roommate de sótano de un hombre de 63 años en California

Ken Johnson, un residente de 63 años, descubrió la semana pasada que un enorme oso negro había convertido el sótano de su casa en el sur de California en su nuevo hogar. El animal, identificado por vecinos como “Barry”, fue captado en video saliendo de debajo de la vivienda, confirmando lo que Johnson sospechaba desde junio, algo grande estaba rompiendo estructuras bajo su propiedad.
Pero no fue hasta ahora que la cámara instalada reveló la verdad.
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“Es enorme”: el inesperado nuevo compañero de piso
Johnson describe al oso como un animal tan grande como una mesa y de mayor tamaño que los cubos de basura que rodean su vivienda.
“Es realmente desconcertante porque no sé si va a destrozarlo todo ahí debajo, no sé cómo sacarlo”, declaró visiblemente preocupado.
El comportamiento del oso no es aislado. La comunidad no incorporada de Altadena, ubicada al noreste de Los Ángeles, enfrenta un aumento de encuentros con fauna silvestre tras el incendio de Eaton, que en enero arrasó el Bosque Nacional de Los Ángeles, dejó al menos 19 fallecidos y destruyó miles de estructuras. La devastación también desplazó a animales que perdieron sus hogares y fuentes de alimento.
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Oso tras oso, un patrón que se repite
Tras el incendio, las autoridades reportaron varios avistamientos y refugios improvisados de osos en las zonas urbanas:
En enero, un oso adulto de 240 kilos fue removido de otro sótano porque los servicios públicos no podían restablecer la electricidad.
El animal era tan grande que ni siquiera pudo ser tranquilizado, por lo que el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California (CDFW) tuvo que utilizar una trampa especial antes de liberarlo con un collar de seguimiento en el Bosque Nacional.
En febrero, otro residente descubrió a un oso que dormía junto a su piscina y robaba comida para llevarla al sótano durante las noches.
El CDFW advirtió entonces que, en las estribaciones cercanas al área boscosa, es crucial sellar los espacios de arrastre y ventilación con material a prueba de osos antes del invierno para evitar que los animales busquen madrigueras improvisadas en viviendas privadas.
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¿Hibernación? No, pero sí “madriguera” en California
Los osos del sur de California no hibernan completamente debido al clima, pero sí adoptan un comportamiento llamado “madriguera”, en el que duermen por largos periodos, aunque salen periódicamente para alimentarse.
Eso explicaría por qué “Barry” ha estado entrando y saliendo de la casa de Johnson desde el martes, e incluso rebuscó en los cubos de basura la noche del domingo antes de regresar a su “nuevo hogar”.
El oso, descrito con pelaje marrón oscuro, nariz canela y dos manchas claras en el pecho, ha sido visto por varios vecinos. Aunque muchos lo reconocen como parte de la fauna habitual de la zona, para Johnson la situación se vuelve cada día más peligrosa.
Entre gruñidos, formularios en línea y respuesta tardía
La preocupación de Johnson aumentó cuando, al intentar cambiar las baterías de su cámara, el oso le gruñó desde el interior de su sótano. Tras el susto, llamó a las autoridades locales, quienes lo remitieron al Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California.
Finalmente, lo instruyeron a llenar un formulario en línea para reportar el incidente. En la sección de “Daños materiales”, Johnson escribió, “está viviendo debajo de mi casa”.
Hasta cinco casos similares por semana
El portavoz del CDFW, Cort Klopping, señaló que el equipo de expertos estaba atendiendo otros dos incidentes con osos en la región y que esperan responder a la situación de Johnson “pronto”. También confirmó que la etiqueta amarilla en la oreja del oso indica que pertenece a la jurisdicción estatal y no federal.
Klopping añadió que, durante esta temporada, encontrar osos en sótanos es más común de lo que se piensa, y que los equipos pueden atender hasta cinco incidentes por semana en el sur de California.
¿Qué hará Johnson si nadie acude?
Sin una respuesta inmediata de las autoridades y con un oso de tamaño imponente tomando posesión del sótano, Johnson teme que pronto tendrá que “tomar cartas en el asunto”. No sabe cómo, no sabe con qué medios, pero reconoce que, de prolongarse la situación, el riesgo crece para él, para su propiedad y para el propio oso.
Mientras tanto, la comunidad de Altadena observa con preocupación cómo la naturaleza, empujada por incendios devastadores y la pérdida de hábitat, está tocando—literalmente—las puertas de los hogares.



