¿Cómo cambia el cerebro con la lectura? Los beneficios son para toda la vida

La literatura ofrece mundos donde todo puede ser posible y no hay consecuencias en la vida real, o eso se pensaba.
La ciencia ha identificado un efecto secundario en el cerebro por pasar horas entre las páginas de los libros. Lejos de ser una actividad pasiva, la lectura es un motor potente para nuestra salud cognitiva y bienestar emocional a lo largo de la vida.
Pero, ¿cómo este hábito moldea nuestra materia gris y blanca? La ciencia moderna nos ofrece respuestas sorprendentes sobre el poder transformador de la lectura.
¿Cómo leer transforma el cerebro?
La investigación neurocientífica ha revelado que la lectura no solo es una habilidad crucial para el éxito académico y el crecimiento cognitivo, sino también un poderoso impulsor del neurodesarrollo.

A través de estudios de neuroimagen, se ha demostrado que las habilidades y prácticas de lectura benefician el funcionamiento en las vías de la parte del sistema nervioso central, compuesta principalmente por fibras nerviosas (materia blanca), que son fundamentales para la comunicación entre regiones cerebrales, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Children.
Esta materia blanca, compuesta por axones mielinizados, es la infraestructura que conecta las diferentes áreas del cerebro, y su organización es vital para funciones cognitivas complejas.
El estudio también encontró que los niños con habilidades de lectura más sólidas exhibieron consistentemente una mayor organización en vías clave de la materia blanca. Esto incluye el fascículo arqueado y el fascículo longitudinal superior, que son esenciales para la fluidez lectora.
El fascículo longitudinal inferior (ILF) también desempeña un papel crítico en el procesamiento ortográfico y la comprensión del lenguaje. Estos hallazgos sugieren que las experiencias de alfabetización fortalecen estas vías, facilitando la comunicación interregional en el cerebro.
La exposición temprana y sostenida a la lectura parece optimizar las estructuras neuronales para esta habilidad vital.
Además, la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a lo largo de la vida en respuesta a nuevas experiencias, aprendizajes (plasticidad del cerebro) en respuesta a la lectura es tan notable que las intervenciones dirigidas a mejorar las habilidades lectoras han demostrado cambios medibles en la estructura y conectividad cerebral.

Una revisión sistemática y meta-análisis publicada en Neuroscience & Biobehavioral Reviews señala que las intervenciones de lectura pueden inducir cambios en la activación, la conectividad y la estructura (tanto la materia blanca como la gris) dentro de la red de lectura y en regiones del hemisferio derecho.
Estos cambios funcionales son, de hecho, acompañados por modificaciones estructurales en el cerebro. Además, la activación de la corteza occipitotemporal ventral izquierda, una región clave para el procesamiento visual de la información impresa, ha mostrado un aumento tras la intervención, lo que sugiere una especialización de esta región en respuesta a la lectura.
Incluso en edades tempranas, la capacidad del cerebro para integrar información de diferentes modalidades sensoriales se correlacionan con las habilidades pre-lectoras.
Un estudio en Frontiers in Human Neuroscience mostró que el acercamiento a la lectura mejoró el procesamiento fonológico y nombramiento rápido de palabras luego de un año. Los niños con dificultades de lectura, por su parte, muestran alteraciones en la conectividad efectiva entre la corteza occipitotemporal ventral (vOT), la corteza auditiva (PAC) y el surco temporal superior (STS), con una modulación estriatal disminuida en la conexión vOT-STS durante las tareas de aprendizaje.
Esto subraya que la lectura es mucho más que una función cerebral localizada; es una actividad que impulsa la reorganización y el fortalecimiento de redes neuronales distribuidas.
¿Cuántos libros hay que leer para que el cerebro se transforme?
Si bien no existe una “cuota” mágica de libros que garantice una transformación cerebral específica, la ciencia sugiere que la frecuencia y la constancia de la interacción con el lenguaje escrito son los factores clave. Las investigaciones se centran más en los “hábitos de lectura” o la “exposición a la lectura”, definidos como la frecuencia, regularidad e intensidad del compromiso voluntario con la lectura.
El estudio publicado en International Psychogeriatrics siguió a mil 962 personas mayores taiwanesas, y encontró que una mayor frecuencia de lectura se asoció con un menor riesgo de declive de la función cognitiva.
Los participantes se categorizaron según su frecuencia de lectura, incluyendo opciones como “nunca”, “menos de una vez a la semana”, “1-2 veces a la semana” y “casi todos los días”. Los resultados de la regresión logística ajustada mostraron que aquellos con mayor frecuencia de lectura tenían un riesgo reducido de declive cognitivo en periodos de 6, 10 y 14 años.
Para los niños y adolescentes, el estudio de la revista Children, enfatiza que la exposición temprana y sostenida a la alfabetización optimiza las estructuras neuronales para la lectura. Los hábitos de lectura se desarrollan principalmente durante los años preescolares y los primeros años escolares.
Por lo tanto, no se trata de un número específico de libros, sino de un compromiso continuo y regular con la lectura a lo largo de la vida, desde la infancia hasta la vejez, lo que parece impulsar y mantener la neuroplasticidad cerebral. La consistencia, más que el volumen esporádico, es lo que genera un impacto duradero en la arquitectura cerebral.

¿Cuáles son los beneficios cognitivos y emocionales de leer?
La lectura es una inversión a largo plazo en la salud y la capacidad de nuestro cerebro. Sus beneficios van más allá de la adquisición de información, impactando directamente en nuestras capacidades cognitivas y, de manera indirecta, en nuestro bienestar emocional:
- Prevención del declive cognitivo: la práctica regular de la lectura en la vida diaria se ha demostrado que previene el deterioro de la función cognitiva en personas mayores. El estudio hecho en Taiwán reveló que una mayor frecuencia de lectura estaba asociada con un menor riesgo de declive cognitivo
- Mejora de funciones cognitivas y ejecutivas: la lectura no solo mantiene el cerebro activo, sino que lo estimula a un nivel más profundo, lo que se traduce en una mejora de múltiples funciones cognitivas y ejecutivas, como concluyó el estudio publicado en la revista Children.
- Desarrollo y enriquecimiento del vocabulario: la exposición constante al lenguaje escrito a través de la lectura amplía significativamente nuestro léxico. Incluso se ha observado que las personas que leen con frecuencia utilizan un rango más diverso de vocabulario emocional.
- Fortalecimiento de la materia blanca: la experiencia de la lectura está directamente vinculada con cambios medibles en el desarrollo de la materia blanca del cerebro.
- Mejora el rendimiento académico: una comprensión profunda de cómo la lectura moldea el cerebro permite el desarrollo de intervenciones educativas más específicas y efectivas para niños con dificultades de lectura, como la dislexia.
Leer es mucho más que una fuente de entretenimiento o conocimiento; es una actividad que ejerce un impacto positivo en nuestro cerebro.
Desde la reconfiguración de las vías neuronales en la infancia hasta la protección contra el declive cognitivo en la vejez, el compromiso sostenido con la lectura se revela como una herramienta vital para mantener la agilidad mental hacia una vida plena.