A ritmo de hip hop, ayudan a pacificar al país; arte urbano y reinserción social

Bajo la idea de que la música puede movilizar voluntades y construir comunidad, Hip Hop por la Paz demostró ser una herramienta de inclusión, expresión, prevención y reinserción social.
La iniciativa, surgida de la sociedad civil y coordinada por Red VIRAL y el colectivo Bendito Estilo, tuvo el apoyo de la ONU, la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones y la Secretaría de Seguridad. Su objetivo fue convocar a juventudes en riesgo y a personas privadas de la libertad (PPL) a expresar, a través de líricas originales, mensajes de paz, dignidad, esperanza y futuro.
En la parte comunitaria, 550 jóvenes enviaron 180 canciones y 204 temas se recibieron desde 109 cárceles de 25 estados, con la participación de 624 PPL.
Los participantes reflejaron en sus composiciones emociones, miedos, aprendizajes y aspiraciones.
“Surgen historias de violencia, pero también propuestas de cambio, llamados a la esperanza y estrategias de paz que nacen de su propia experiencia”, señala el informe de la iniciativa, que se desarrolló a lo largo de cinco meses.
Además de desmontar estigmas sobre la cultura rapera, Eunice Rendón, coordinadora de Red VIRAL, resaltó el aporte de liderazgos en todo el país. “Sobre todo un tipo de liderazgo que nos interesa mucho desde la prevención social de la violencia y el delito, que son chavas y chavos de comunidades con ciertos factores de riesgo”. La idea, adelantó a
Excélsior, es que sean embajadores de Hip Hop por la Paz y, a su vez, integren una red de redes para llegar a más jóvenes en riesgo de violencia o criminalidad.
El Hip hop, motor de paz y reinserción; juventudes toman el micrófono
La iniciativa nacional comprobó que el rap es una herramienta efectiva para la prevención y la reinserción social en México. El proyecto, que incluyó a 109 cárceles y jóvenes de todo el país, busca desmontar el estigma asociado a la cultura urbana y abrir rutas de esperanza.
Bajo la idea de que la música puede movilizar voluntades y construir comunidad, incluso en contextos de profunda adversidad, el proyecto Hip Hop por la Paz demostró ser una herramienta de inclusión y expresión, reuniendo a más de mil personas en un esfuerzo conjunto de prevención y reinserción social.
La iniciativa, surgida de la sociedad civil y coordinada por Red VIRAL y el colectivo Bendito Estilo, que además contó con el apoyo de la ONU, la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones y la Secretaría de Seguridad, convocó a juventudes en riesgo de todo el país y a personas privadas de la libertad (PPL) a expresar, a través de líricas originales, sus mensajes de paz, dignidad y futuro.
El alcance del concurso fue nacional y masivo: 180 canciones fueron enviadas por más de 550 jóvenes en la vertiente comunitaria y 204 temas se recibieron desde 109 centros penitenciarios de 25 estados, con la participación de 624 PPL.
Los participantes, históricamente invisibilizados, reflejaron en sus composiciones emociones, miedos, aprendizajes y aspiraciones. “Surgen historias de violencia, pero también propuestas de cambio, llamados a la esperanza y estrategias de paz que nacen de su propia experiencia”, señala el informe de la iniciativa, que tuvo un desarrollo a lo largo de cinco meses.
Por otra parte, en los centros penitenciarios, las líricas se enriquecieron con beats producidos por hiphoperos consolidados que se sumaron al proyecto, incluso desde otros países.
Esto generó un diálogo artístico y humano que rompió muros y etiquetas.
“Esa colaboración expresa el corazón del proyecto: construir desde las diferencias, reconocer trayectorias diversas y fortalecer la autoestima, los vínculos positivos y la identidad colectiva”, agrega el documento.
En entrevista con Excélsior, Eunice Rendón, coordinadora de Red VIRAL, resaltó que a raíz de la convocatoria se fueron sumando liderazgos de todo el país.
“Sobre todo un tipo de liderazgo que nos interesa mucho a nosotros desde la prevención social de la violencia y el delito, que son chavos y chavos de comunidades con ciertos factores de riesgo, con presencia importante de factores criminógenos en sus comunidades”, indicó.
Para la también coordinadora de Agenda Migrante, una de las aportaciones más relevantes de Hip Hop por la Paz fue desmontar estigmas sobre la cultura rapera, vinculada a narrativas que glorifican el delito. “El hip hop es un movimiento cultural con raíces profundas en la resistencia comunitaria, nacido en los barrios afroamericanos y latinos de Nueva York como un lenguaje de sobrevivencia, dignidad y creatividad”, detalla el reporte.
Destaca que sus cuatro pilares –rap, DJing, breakdance y grafiti— han sido canales para que las periferias hablen de sí mismas.
“Hoy, en México, esa misma fuerza se convierte en herramienta para contrarrestar producciones que celebran la violencia y, en cambio, abrir rutas que fortalecen identidad positiva, reflexión crítica y construcción de paz”, señala la iniciativa.
Vibraron en el Cantoral
El cierre nacional del proceso fue una jornada emotiva celebrada el 29 de noviembre en el Auditorio Roberto Cantoral de la Ciudad de México.
En la categoría comunitaria, los ganadores del primer lugar fueron Guerrero; segundo, San Luis Potosí, y tercero, Estado de México.
En la vertiente penitenciaria, que impulsa la expresión emocional y el diálogo, los premios se otorgaron en el primer lugar al Cereso de Venustiano Carranza, Nayarit; segundo, el Penal de Bucerías, Nayarit y en el tercero hubo un empate entre el penal femenil de Atlacholoaya (Morelos) y el de Zumpango (Edomex).
La música de los reclusos trascendió los muros a través de videos proyectados en el recinto, confirmando que “la reinserción no es un ideal abstracto: tiene voz, rostro y ritmo propios”.
Rendón relata que Hip Hop por la Paz tuvo como aliados a distintas autoridades estatales, empresarios y, de manera transversal, a los sistemas penitenciarios, un sector con el que ella ya ha trabajado.
“En una primera fase nuestra intención era primero ver cómo la gente participaba en este tipo de convocatorias y al verlo tan exitoso decidimos formar una red de contactos; ahorita que pasó el concurso hemos hablado con los liderazgos locales para que ellos sean una especie de embajadores de Hip Hop por la Paz y que, a su vez, sean una red de redes, que ellos nos ayuden a llegar a más chavos en estas comunidades con estos factores de riesgo”, puntualizó.
Para la segunda etapa, detalló, se busca armar un proyecto más sistematizado, ordenado e incluso con herramientas de evaluación para que quienes darán los talleres de hip hop en las comunidades ayuden a atraer a otras juventudes o adolescencias que están en riesgo. Es decir, no sólo escuchar canciones y líricas muy interesantes, sino también ubicar a menores en riesgo de manera más orgánica, más natural.
“Decía yo el día del concierto que ahorita mucho se habla de hablarle a la Generación Z y nosotros lo que quisimos con Hip Hop por la Paz es escuchar a la Generación Z, escuchar a estas juventudes versus la realidad”.
Rendón resalta que si bien en las líricas hay una propuesta a favor de la paz, al mismo tiempo revelan la realidad en la que viven, al igual que en el caso de los participantes surgidos de los centros penitenciarios.
“Sí son propositivas, pero sí traen un toque de realidad muy interesante y creo que eso es lo que hace muy especial al concurso en su conjunto”, señaló.
Palanca de transformación
Para el proyecto, la clave es la escucha. “Cuando se escucha a las juventudes —en vez de hablar por ellas— y se les confían responsabilidades reales, se convierten en el motor más poderoso de transformación y construcción de paz en México”, indica el informe de Hip Hop por la Paz.
El impacto es de largo alcance y la iniciativa no sólo impulsa el acompañamiento emocional y habilidades para la vida como la autorregulación, sino que también ofrece a los artistas formación en registro, autoría y distribución digital para que profesionalicen su trabajo.
“Nos dimos cuenta que muchas veces, porque hay unos con mucho talento nato y una creatividad y algunos ya los han ido descubriendo productores o disqueras, que no sabían bien como defender sus derechos de autoría”, señala Eunice Rendón.
Santiago Nieto, titular del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, los apoyó para que supieran cómo defender sus derechos, cuidar su música y registrar su autoría. También los acercó con el Instituto Nacional del Derecho de Autor y la Sociedad de Autores y Compositores de México. “A partir de eso hicimos esos talleres, también con algunos productores famosos que incluso ofrecieron plataformas para poder monetizar las canciones que hayan hecho”, dijo.
También se sumaron los responsables de las áreas educativas de los sistemas penitenciarios para ver si podían ayudar en los trámites para que las ganancias por los temas creados por PPL puedan darse a sus familias o depositárselas a ellos en alguna cuenta bancaria.
En el camino, la activista aprendió que el hip hop no es sólo un género musical, sino una cultura.
“Llega de forma natural y orgánica a donde nosotros queremos llegar en prevención, porque no hay mejor herramienta para hacer prevención que aquella que genera identidad y pertenencia”, reveló.
La iniciativa también ayudó a conectar mundos que de otra manera no hubieran sido aliados: los jóvenes, sus autoridades e incluso empresarios. Por ejemplo, un concursante de Querétaro expresó su desconfianza hacia la secretaria de Cultura local, pero ahora esa autoridad apoya concursos de freestyle.
“En Lázaro Cárdenas, por ejemplo, yo no tenía cómo traer a los chavos (al concurso) y ellos quedaron en la final. Busqué a empresarios de ahí que conozco porque he trabajado mucho en la zona y les presenté la canción, les hablé de los chavos y financiaron todos sus boletos, el hotel y están en contacto con ellos para hacer otras iniciativas Proyecto Hip Hop por la Paz 2025.pdf a nivel local”, celebró la activista.
“Creo que la intención era también generar esos puentes; de hecho el concurso fue lo de menos, para nosotros el fin era visibilizar”, resaltó.
Sobre esto último, Rendón agregó que llevar la final a un escenario como el Cantoral era importante, además de realizar una alfombra roja, por el tema de la visibilidad.
Hubo funcionarios que le propusieron que los jóvenes cantaran en una explanada, pero la idea era llevarlos a un espacio en el que no hayan estado antes, “un lugar que dignifique también lo que estamos haciendo”.
Recordó la historia de un joven de Hidalgo que empezó cantando en los camiones porque vendía chicles. Supo de la convocatoria, se inscribió y se presentó en el Cantoral, lo que para él fue un antes y un después porque la gente le dijo que lo vio en televisión y en las noticias. “Entonces eso era parte de la intención, no sólo que ganaran tres, sino que hubiera toda una difusión”.
Para una segunda etapa también se busca a disqueras o estaciones de radio de música para que las canciones se puedan transmitir una vez que entren al concurso.
“Por eso es que hicimos la conexión con las plataformas para que las tengan bien registradas, puedan monetizarlas y entonces sí hacer alianzas para que puedan difundirse también más esas canciones”, concluyó.
Logros del proyecto
- La música como agente de cambio fortalece habilidades como la autorregulación y la planificación.
- Promueve dinámicas de colaboración que fortalecen la confianza dentro de los centros penitenciarios.
- Sienta las bases para una segunda etapa de formación en derechos de autor y distribución digital.
- Contribuye a la rehabilitación y reduce factores de riesgo asociados a la reincidencia.



