Salud

¿Embarazo de alto riesgo? Estas señales y factores indican que necesitas más vigilancia médica

El embarazo suele imaginarse como una etapa naturalmente saludable, pero no todos los cuerpos viven la gestación de la misma manera. Cuando se habla de un embarazo de alto riesgo se refieren a una condición con factores que requieren seguimiento puntual y decisiones más cuidadosas.

Dicho diagnóstico, permite vigilar más de cerca, ajustar los controles prenatales y detectar señales de alarma a tiempo para proteger la salud de la madre, como la del bebé.

 

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¿Qué se considera un embarazo de alto riesgo?

De acuerdo con el sitio web de Reproducción Asistida, un embarazo de riesgo es aquel en el que existe un peligro mayor para la salud de la madre, del feto o de ambos.

En estos casos, la gestación requiere una supervisión médica más rigurosa y frecuente, precisamente para detectar a tiempo cualquier complicación y actuar antes de que se agrave.

A veces este riesgo está presente incluso antes de concebir. Por ejemplo, si la mujer vive con diabetes, hipertensión, enfermedad renal, problemas cardiacos u otra condición crónica, el embarazo puede clasificarse desde el inicio como “de alto riesgo”.

Esto no significa que vaya a salir mal, sino que el cuerpo ya parte de una condición que exige mayor cuidado durante los cambios del embarazo.

También puede ocurrir lo contrario: un embarazo que comienza “normal” puede convertirse en alto riesgo conforme avanzan las semanas si aparecen complicaciones propias de la gestación.

Por eso, la recomendación internacional es evaluar el riesgo desde el primer trimestre y volver a valorarlo durante todo el control prenatal. La ACOG (American College of Obstetricians and Gynecologists) lo resume así: identificar riesgos temprano y de manera dinámica permite prevenir complicaciones graves y adaptar los controles a cada mujer, porque no todos los embarazos necesitan la misma vigilancia.

 

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Los principales factores que convierten un embarazo en alto riesgo

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la ACOG, los factores de riesgo se agrupan en tres grandes categorías:

1. Condiciones previas de la madre.

Enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, cardiopatías, trastornos renales o autoinmunes aumentan el riesgo desde antes del embarazo. La OMS advierte que los trastornos hipertensivos del embarazo —como la preeclampsia— siguen siendo una de las principales causas de complicaciones graves y muerte materna en el mundo. En 2023, la organización reportó que muchas de estas muertes son prevenibles con detección y tratamiento oportuno.

2. Características del embarazo actual.

Ciertas condiciones que aparecen durante la gestación pueden convertirla en alto riesgo aunque la mujer estuviera sana al inicio. Por ejemplo: embarazo múltiple, alteraciones placentarias, diabetes gestacional, sangrados, infecciones o problemas en el crecimiento del bebé. Estudios observacionales recientes confirman que cuando alguno de estos eventos ocurre, suben las probabilidades de parto prematuro, bajo peso al nacer y hemorragias.

3. Edad materna y antecedentes obstétricos.

El riesgo aumenta en mujeres de 35 años o más, Mayo Clinic explica que, a partir de esa edad, se elevan las probabilidades de hipertensión gestacional, diabetes y partos por cesárea, además de ciertas complicaciones neonatales.

A esto se suman los antecedentes: haber tenido un parto prematuro previo, pérdidas gestacionales, cesárea complicada o hipertensión en embarazos anteriores son señales para vigilar más de cerca el embarazo actual.

 

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Señales y síntomas de alerta: cuándo ir a urgencias sin esperar

Las instituciones de salud mencionadas, insisten en que hay síntomas que no deben normalizarse, porque pueden ser la primera pista de una complicación seria. Entre los más importantes están:

  • Sangrado vaginal, especialmente si es abundante o aparece de repente.
  • Dolor de cabeza intenso y persistente, visión borrosa, destellos o zumbidos en los oídos.
  • Hinchazón súbita en cara o manos, dolor en la boca del estómago o debajo de las costillas.
  • Disminución marcada de movimientos del bebé después de la semana 24–28.
  • Fiebre alta, vómito persistente o dificultad para respirar.

Estos signos pueden relacionarse con urgencias como preeclampsia/eclampsia, infecciones severas, desprendimiento de placenta o amenaza de parto prematuro.

El CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades) incluye varios de estos síntomas dentro de sus “señales de alerta materna urgente”, justamente porque pueden anticipar situaciones que ponen en riesgo la vida si no se atienden rápido.

 

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Qué seguimiento médico es recomendable

En embarazos de alto riesgo, el control prenatal no se cancela ni se “pone en pausa”: se refuerza. Lo habitual es que incluya:

  • Consultas más frecuentes, a veces cada 2–3 semanas al inicio y luego semanales cerca del final.
  • Ultrasonidos especializados y estudios Doppler, que observan cómo está creciendo el bebé y cómo funciona la placenta.
  • Monitoreo regular de presión arterial y glucosa cuando hay riesgo de preeclampsia o diabetes.
  • Interconsultas con especialistas (medicina materno-fetal, cardiología, endocrinología, neurología u otros), según el factor de riesgo específico.

La ACOG publicó un consenso sobre control prenatal personalizado, donde enfatiza que ajustar la frecuencia de visitas y estudios al nivel de riesgo mejora resultados para madre y bebé. En otras palabras: no se trata de hacer “más por hacer”, sino de vigilar lo que sí puede cambiar el pronóstico.

Hablar de embarazo de alto riesgo no debería provocar miedo automático. Debe provocar atención y acompañamiento. El objetivo de esta clasificación es simple: identificar a quienes necesitan más cuidado para que el embarazo avance con seguridad.

Y eso es crucial en un mundo donde, todavía en 2023, más de 700 mujeres perdieron la vida al día por causas prevenibles relacionadas con embarazo y parto, según la OMS.

Muchas de esas complicaciones pueden evitarse o controlarse si se detectan a tiempo. Por eso, cuando un embarazo es catalogado como de riesgo, los especialistas de salud lo ponen bajo la mirada más atenta que puede proteger a la mamá y al bebé.

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