Arman fiesta de warriors en el Corona Capital 2025

Fue en 2021 el primer Corona Capital después de la pandemia, donde la ahora tradición del simipeluche comenzó: una fanática llamada Avril le aventó un muñeco del doctor bonachón y bigotón a la cantante noruega, quien lo levantó con cariño y lo adoptó como compañía durante todo su show. El momento se volvió viral y fue tan enternecedor que se sintió como si un lado se fortaleciera entre el público y la cantante. Hoy eso es una costumbre en cada concierto y este sábado Aurora repitió aquel momento.
La intérprete había salido al escenario para tocar nuevamente ante un platónico Escenario Corona —el principal—, cantó con su voz armoniosa, dulce, y bailó cual ballerina por la tarima, brincando alegre, como si fuese un ángel, de nube a nube, con movimientos cuidados, aunque brincoteando y sin dejar de sonreír. Se detuvo y saludó con su mejor español.
“¡Qué guerreros! ¿Así se dice warriors en español verdad?”, preguntó tierna como de costumbre, un tanto ingenua y recordó aquel momento que selló su vínculo con México.
“Hace cuatro años vine y me llevé un doctor Simi para casa”, de pronto una fanática alzó uno de esos muñecos entre el público y por suerte Aurora lo notó.
La cantante se aproximó caminando la pasarela y agarró el simipeluche cargándolo con cariño.
“Guau, ahora tengo otro simipeluche que me acompaña”, dijo para risa de todos los presentes. Pero ese momento chusco no fue el carácter del resto del show; solemne, profundo, cantando desde Runaway, hasta Cure For Me, impulsada por su voz aguda, y las percusiones potentes que recordaban a batallas nórdicas; entonces, anunció:
“Muchas gracias, qué gran público, se ven muy, muy lejos, es increíble cuánta gente está aquí hoy”, decía incrédula. “Muchas gracias, no sé como sentirme, pero quiero que sepan que este show es el último que daré en mucho tiempo, siempre me hacen sentir como en casa”, exclamó la cantante, aunque la gente no supo si emocionarse o ponerse triste por la noticia, pero sí supieron qué hacer: disfrutar atentos todo el show, como merece la voz de Aurora.
Vampire Weekend, el contraste en un dÍa tranquilo
Estrobos, un indie rock potente, e incluso un bailarín de jazz alocado, semidesnudo, así fue como la banda Vampire Weekend se presentó en el Corona Capital en el Escenario Doritos, una jornada enmarcada por el pop, las voces potentes, la presencia femenina y los bajos decibeles, ahí irrumpió Vampire, poniendo energía a la noche, haciendo bailar y brincar al público con clásicos desde A-Punk, Oxford Comma y Hannah Hun hasta Harmony Hall.
Se llenó así por primera vez en todo el sábado el segundo escenario más grande del festival, ese que año con año se ve atravesado por un árbol en medio de todo el público, donde los empujones para aferrarse a ver a la banda estuvieron a la orden, pero donde sobre todo se gozó la identidad del festival, el rock, el indie fino, con toques de new wave.
Lo principal fue lo visual, con Ezra Koenig bailando de un lado a otro, él y todo el grupo vestido de blanco, con un piano de pared de madera maciza metido en el escenario, y Ezra moviendo su fleco de un lado al otro, un momento perfecto para quienes querían bailar y aflojar las articulaciones, aceitarse antes de que el frío aterrizara en la Curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez.
Su última vez en el país fue en 2019, antes de la pandemia, entonces habían tocado en el Metropólitan, el y ayer sábado tocarían para unas 20 mil personas que disfrutaron de sus sonidos neoyorquinos.
De posrock
No se podía ver un atardecer más lindo en el Corona Capital cuando Mogwai se subió al Escenario Corona alrededor de las 4:40 de la tarde para enloquecer a los fans que se reunieron en las primeras horas en el segundo día del festival.
Con canciones como God Gets You Back, My Father y My King, la banda escocesa dio una cátedra de posrock que logró atrapar la atención de no sólo aquellos que disfrutan y conocen su música, sino de una generación más joven que, como parte de la experiencia de un festival, descubre una nueva banda que con una rola o con un sonido los atrapa para después continuar escuchándolos.
Mogwai fue el preámbulo para aquellos que estaban esperando a Aurora, pero sin duda fue un momento en el que muchos descubrieron que una banda de hace 30 años aún puede enamorar a las nuevas generaciones.
Sabor latino
La pista de la curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez se convirtió en una pasarela de clones de Chappell Roan. Sí, Chappell fue la inspiración para muchos de los asistentes al segundo día del Corona Capital.
En calma, con un ánimo menor que el viernes, arrancó la jornada, con la emoción principal de ver a Chapell Roan. Sombreros y todo tipo de tonos rosas inundaron el festival, pero antes del pop en su versión más profunda, los ritmos más latinos se hicieron sentir.
Primero con Sabrina Claudio, la originaria de Los Ángeles, que subió al tercer escenario del Corona —Nivea— para emocionar a todos sus fans, donde hombres y mujeres gritaban por igual, se emocionaban, se abrazaban, comentaban de la presencia de Sabrina e incluso vestían igual, en colores rosas, faldas, brillantina en el rostro y shorts ajustados.
En la tarima, Sabrina dio todo desde que pisó las tablas, caminando, presumiendo sus piernas largas, elástica, esbelta, caminando lento para que el público apreciara sus movimientos sensuales de cadera, de cuello y su mirada desinteresada, como si fuera la dueña del lugar, con un vestido negro que volaba con el viento de la noche, la de ascendencia puertorriqueña aprovechó para presumir su español.
“¿Cómo se sienten?”, preguntó en un español muy claro, que sorprendió a propios y extraños, “sí, hablo español. Por si no lo sabías me llamo Sabrina, estos son mis chicos. Digan ‘hi, boys’”, y el público saludó con esa frase a los músicos. “Es mi primera vez en México, qué honor es estar aquí contigo, so (sic), gracias por venir, vamos a cantar, bailar, llorar y nos vamos a sentir muy sexys”, incitó la también descendiente de cubanos.
En el escenario contiguo, la Carpa Festivalera, debajo de una lona enorme, apareció el español Gizmo Varillas, con una guitarra al más puro estilo de Marc Ribot; curveada, negra, enorme, que atacó en ritmos latinos. Junto a él, un trompetista levantaba las emociones, una trompeta veloz que ponía a todos a mover las caderas y a pisotear como si bailaran salsa.
El latin pop, el reguetón y la balada fueron la piedra angular del acto del cuarteto que por momentos sonaba a latin jazz, con un Varillas que se dirigía a todo el público en español. Los mexicanos por supuesto se sentían representados en un festival casi completamente anglo; encontrar un acto en su idioma fue un oasis, donde los gritos fueron la armonía principal, gritos de emoción y agradecimiento, de calidez entre latinos.
Después de esto, se apagaron los escenarios y ahora sí: Noruega y Estados Unidos a dominar los sonidos, en los dos escenarios principales, con Aurora y Chappell Roan.



