Alejandro Sanz vino a entregar sus emociones

PUEBLA.— Desde hace más de tres décadas, Alejandro Sanz decidió ir por la vida y por la música “pisando fuerte”, así como lo cita el título de uno de sus éxitos.
A sus 56 años de edad, lo sigue haciendo, siempre con propuestas sonoras nuevas y una semilla que sigue sembrando en los oídos de sus seguidores.
Tras todo este tiempo la pregunta indicada para él y para su público era ¿Y ahora qué? Es así que éste es justo el título de su reciente EP y gira, que despegó en México en el Auditorio GNP en Puebla, con dos fechas (3 y 4 de septiembre), y que llegará el 12, 13, 17 y 18 de septiembre, así como el 9 y 10 de octubre, al Auditorio Nacional en la Ciudad de México.
Fue a las 21:16 horas del jueves cuando el madrileño elevó los gritos en el Auditorio GNP, ante ocho mil personas, sold out, según cifra de los organizadores, para cantar, con su guitarra como fiel compañera, Desde cuando.
Alejandro Sanz apareció en lo más alto del escenario y bajó la escalera para adueñarse del espacio no sólo con su voz, sino con el carisma que lo caracteriza desde siempre: una juventud impresa en su inagotable sonrisa.
Los asistentes de enfrente se levantaron para verlo de cerca y él se mostró como en casa.
Sin mayor discurso que un “¡Puebla!”, continuó con Capitán Tapón y La música no se toca.
En Por bandera, justo voló una bandera de México desde los espectadores a los pies del compositor, ganador de cuatro premios Grammy. La tomó, la elevó y ondeó, para después regresarla hacia la gente.
Tras Bésame, uno de sus más recientes sencillos que grabó con Shakira, Sanz bailó y cantó con sus coristas, dando siempre espacio a su banda de lucir su talento.
Para A la primera persona, que interpretó sentado en un sillón, quitándose incluso uno de sus tenis para sentirse cómodo, se escuchó un fuerte grito de entre la multitud: “¡Te amo, Alejandro!”. Para entonces, la noche aún era joven, pero el recinto ya era territorio Sanz.
“¡Hola! ¿Cómo están? Es la segunda noche aquí en Puebla. Muchas gracias por recibirnos, por darnos el calorcito.
“Espero que disfruten mucho esto. Lo hemos ensayado mucho. Queremos hacer un concierto de música, no de chingaderas”, saludó Sanz y cumplió su promesa.
Para Mi soledad y yo, todos los ahí reunidos estaban ya entonados para seguir cantando una tras otra, sin parar, y hacer de todas las melodías una reunión de voces.
Así que en El vino de tu boca los sonidos se desbordaron de entre cada butaca, así como el sentimiento del amor y el deseo profundo de estar con alguien.
Sanz aprovechó entonces para presentar a su banda de siete músicos y dos coristas, que ofrecieron Try to Save Your Song: “Señores, aquí Puebla. No voy a hablar. No soy bueno hablando”.
Pero, ¿qué tal creando canciones como Quisiera ser, del año 2000? Con ella, las emociones se desbordaron al escucharlo interpretarla en un momento luminoso de este concierto.
Llegaron Hoy no me siento bien y un medley que incluyó Regálame la silla donde te esperé, Amiga mía y Deja que te bese, una combinación directa a despertar los recuerdos.
Aún clavaría más hondo esa flecha musical en Cuando nadie me ve, en la que la gente se levantó de su asiento, mientras Sanz emprendía un vuelo imaginario con los brazos, cantando de cerca a su bajista.
El alma al aire evocó el romanticismo de sus letras y Mi marciana hizo de la pantalla frontal un viaje a otros planetas y galaxias.
El músico optó por dar protagonismo a la música, más que a elementos escenográficos o fuegos artificiales. Así que la baterista lució su talento en un solo bien plantado en Aquello que me diste, en la que él bailó algunos pasos, siempre con plena aprobación de su gente.
“Bueno, hemos llegado al final del show. ¿La han pasado bien? ¡Yo también! Es un privilegio y un honor empezar esta gira en Puebla, pues terminamos la anterior en Puebla. Hay algo aquí… Disfruten mucho, Dios me los bendiga. Nos vemos la próxima. ¡Les quiero!”, se despidió antes de Yo te traigo, un tema de agradecimiento e historias con el público durante 30 años de carrera, por lo que fueron proyectadas las portadas de sus álbumes.
Tras lanzar besos a sus seguidores, señalarlos para hacerles saber que los veía y dar gracias, cerró con No es lo mismo, bajo la seducción de la trompeta y sellando su actuación con un movimiento de manos, cual látigo en el centro del escenario.
Pero, desde el luego, sus fans de toda la vida no podían dejarlo ir y pidieron otra.
El encore incluyó Y si fuera ella, en versión acústica, una melancólica Lo ves, con él a solas y en el piano, dejando un emotivo momento con el público totalmente entregado, justo listo para Corazón partío, que a la mitad cambió a una versión dance, en medio de una estela de papelitos de colores al viento, tras 120 minutos de música.