Salud

¿La metformina desgasta el páncreas? Esto dice una endocrinóloga

La doctora Paola Portillo, endocrinóloga de Tec Salud, aclara los mitos más comunes sobre este medicamento

Muchos pacientes temen que su cuerpo se vuelva dependiente de la metformina o que dañe su páncreas. Pero la ciencia dice otra cosa.

“No quiero acostumbrar a mi cuerpo”: el miedo más común

Hay frases que se repiten en voz baja, en farmacias, consultorios y pláticas familiares:

—“Yo no quiero tomar metformina todavía… porque si la empiezo, mi cuerpo se va a acostumbrar.”

 

—“Dicen que después ya no puedes dejarla.”

—“Mejor aguanto con dieta, no quiero que mi páncreas se desgaste.”

Esas ideas, aunque comunes, no tienen respaldo científico. Al menos no cuando hablamos de metformina.

 

“La metformina no genera dependencia ni desgasta el páncreas. No lo estimula a producir más insulina, simplemente mejora la forma en que el cuerpo usa la glucosa”, aclara la doctora Paola Portillo Sánchez, endocrinóloga y médico internista de TecSalud en entrevista con Excélsior.

 

¿Qué hace realmente la metformina en el cuerpo?

La metformina actúa en varios niveles. Su función principal es disminuir la producción de glucosa en el hígado y mejorar la sensibilidad de los tejidos a la insulina. Es decir:

  • No obliga al páncreas a “trabajar más”.
  • No genera picos de insulina.
  • No crea adicción física ni química.
  • No “acostumbra” al cuerpo como si fuera una muleta.

De hecho, explica la doctora, ayuda a reducir la sobrecarga que sí puede desgastar al páncreas: la resistencia a la insulina.

 

El verdadero culpable del desgaste pancreático

Para entender el contexto, hay que hablar de la resistencia a la insulina. Es un fenómeno que ocurre cuando el cuerpo necesita cada vez más insulina para hacer lo mismo, porque los receptores celulares ya no responden bien.

Es decir, en un cuerpo sano, la insulina “abre la cerradura” fácilmente para que la glucosa pueda entrar y ser usada como energía. Con la resistencia a la insulina, las cerraduras se “atascan” o ya no encajan bien. El páncreas, al notar que la glucosa no entra, produce más y más “llaves” (insulina) para intentar abrir las puertas, lo que al final lo fatiga.

 

“El páncreas empieza a producir insulina en exceso para compensar, y eso, con el tiempo, lo fatiga. Pero no es por la metformina, es por la resistencia mal tratada”, dice Portillo.

Es decir: lo que daña al páncreas no es el medicamento, sino el exceso crónico de glucosa y la inflamación metabólica que no se controla.

 

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¿Y si la dejo, voy a estar peor?

Otra creencia común es que, una vez que empiezas con metformina, no puedes suspenderla sin que tu cuerpo “recaiga”. Pero en muchos casos, sí puede suspenderse, siempre que el médico lo considere apropiado y haya cambios sostenidos en el estilo de vida.

“Con pérdida de grasa visceral, ejercicio y buena alimentación, algunos pacientes pueden dejar de necesitarla. Pero debe hacerse con seguimiento y no por decisión propia.”

 

La ciencia detrás del uso prolongado

En estudios clave como el Diabetes Prevention Program (DPP), se ha comprobado que la metformina no solo no crea dependencia, sino que puede retrasar o incluso evitar la progresión a la diabetes tipo 2 si se usa en conjunto con cambios en el estilo de vida.

Los resultados del DPP fueron certeros: mientras que un programa intensivo de dieta y ejercicio redujo el riesgo de desarrollar diabetes en un 58%, el uso de metformina por sí solo logró una reducción del 31% en la incidencia de la enfermedad. Esto demuestra el gran potencial del fármaco como una herramienta preventiva y terapéutica.

Tampoco se ha vinculado con daño pancreático a largo plazo. Lo que sí se recomienda es monitorear:

  • Niveles de vitamina B12 (pueden disminuir tras años de uso).
  • Función renal, especialmente en personas mayores.
  • Pero el “desgaste” no tiene sustento clínico.

 

¿Entonces vale la pena tomarla?

Sí, cuando el médico lo indica y el paciente tiene factores de riesgo: obesidad, antecedentes familiares, alteración en la glucosa en ayuno, o ya está diagnosticado con diabetes tipo 2.

Y vale más si se acompaña de:

  • Movimiento físico diario.
  • Alimentación rica en fibra y baja en azúcares simples.
  • Monitoreo constante.

 

“La metformina no sustituye los hábitos. Los potencia. Pero no hay que temerle: bien usada, es una gran herramienta”, recomienda la endocrinóloga de TecSalud.

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