Trump, Epstein y la “lista secreta”: conspiraciones, promesas y rupturas en la base republicana

El nombre de Jeffrey Epstein ha vuelto a sacudir la arena política de Estados Unidos, colocando al expresidente Donald Trump en el centro de una polémica que ni los seguidores más leales esperaban. Luego de años en que Trump y sus aliados avivaron teorías sobre las conexiones de figuras demócratas con Epstein, ahora son sectores de su propia base republicana los que exigen respuestas.
Trump se ve obligado a dar explicaciones sobre su relación con Epstein, sus promesas de revelar archivos secretos y la presencia de otros republicanos en la órbita del fallecido financiero acusado de tráfico sexual de menores. Trump ha pasado de alimentar conspiraciones a desestimarlas públicamente como un “engaño aburrido”, provocando un cisma con algunos de sus seguidores más fieles. Las implicaciones de este choque repercuten desde la campaña electoral de 2024 hasta las entrañas del Partido Republicano, mientras el caso Epstein se convierte, una vez más, en un espejo incómodo para la élite política estadunidense.
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De amigo a “no fan”: Trump, Epstein y Maxwell
Donald Trump conoció a Jeffrey Epstein a finales de los ochentas, cuando ambos eran habituales de la alta sociedad neoyorquina y de Palm Beach. Su relación en aquellos años fue amistosa e incluso elogiosa. En 2002, Trump dio una entrevista a New York Magazine en la que habló con franqueza sobre Epstein:
“He conocido a Jeff por 15 años. Un tipo fantástico”, dijo entonces. El magnate inmobiliario agregó una frase que hoy resuena con inquietante claridad: “Es muy divertido estar con él. Incluso se dice que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas están del lado más joven. Sin duda, Jeffrey disfruta de su vida social”.
Por entonces nada de esto levantó mayor polémica, ya que aún no eran públicas las acusaciones de abuso de menores contra Epstein.
A lo largo de los noventas, Epstein frecuentó Mar-a-Lago —el club privado de Trump en Florida— y ambos compartieron eventos sociales. Un video de 1992 muestra a Trump y Epstein bromeando juntos en Mar-a-Lago mientras señalan a varias mujeres en la pista de bail. En una fotografía de 2000 aparecen Trump, su entonces novia Melania Knauss —hoy, lan primera dama—, Epstein y Ghislaine Maxwell —la socialité británica acusada de ser cómplice en los delitos de Epstein—, todos sonrientes durante una fiesta en Palm Beach. Maxwell, hoy encarcelada cumpliendo una condena de 20 años por tráfico sexual y por reclutar menores para Epstein, era parte del mismo círculo social exclusivo.
Sin embargo, cuando Epstein fue detenido en 2019 acusado de explotar sexualmente a menores, Trump tomó rápidamente distancia. Desde la Casa Blanca, afirmó ante la prensa que apenas lo conocía: “Lo conocí como todo el mundo en Palm Beach”, explicó, añadiendo que había tenido un desencuentro con Epstein “hace mucho tiempo” y que llevaba “15 años” sin hablar con él. El entonces presidente resumió su cambio de postura con una frase tajante: “No era su fan”. Trump incluso aseguró haber expulsado a Epstein de Mar-a-Lago en algún momento, supuestamente por sobrepasarse con una joven invitada, aunque ese detalle no ha sido verificado plenamente en registros públicos.
La actitud de Trump hacia Ghislaine Maxwell también ha generado controversia. Tras la detención de Maxwell en 2020 por su rol en la red de Epstein, Trump sorprendió al expresar simpatía hacia ella.
“Realmente no lo he seguido demasiado [el caso]. Solo le deseo lo mejor, francamente”, declaró Trump durante una conferencia de prensa en julio de 2020, reconociendo que había visto a Maxwell en numerosas ocasiones a lo largo de los años en Palm Beach. “Pero le deseo lo mejor”, reiteró el presidente entonces.
Estas declaraciones –“le deseo lo mejor”– desataron críticas por parecer un gesto de buena voluntad hacia alguien acusada de gravísimos crímenes.
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Teorías de conspiración y promesas incumplidas
El caso Epstein se entrelazó pronto con la retórica política de Donald Trump, especialmente en su confrontación con los demócratas. Después de la muerte de Epstein en una cárcel de Nueva York en 2019 —oficialmente declarada como suicidio—, Trump contribuyó a alimentar sospechas de conspiración. Retuiteó afirmaciones insinuando que el expresidente Bill Clinton podría estar involucrado en la repentina muerte de Epstein, amplificando un hashtag que hablaba de la “Familia Criminal Clinton”.
Estas teorías, sin pruebas contundentes, se propagaron ampliamente en círculos conservadores: Epstein era presentado como un hombre que “sabía demasiado” de personajes poderosos, principalmente demócratas, y que habría sido silenciado para proteger a una supuesta red de pedofilia de élite.
Durante la campaña presidencial de 2024, con Trump buscando recuperar la Casa Blanca, el entonces candidato usó el misterio alrededor de Epstein como combustible político. Sugirió que todavía había “personas tratando de entender cómo ocurrió la muerte” de Epstein bajo custodia federal y no descartó que hubiera sido asesinado. Más aún, Trump prometió públicamente revelar los supuestos archivos secretos vinculados al caso Epstein.
En un mitin tras otro, lanzó señales de que, de ganar las elecciones, desclasificaría la “lista de clientes” de Epstein u otros documentos que arrojarían “la verdad” sobre la red de explotación sexual. Esta promesa buscaba capitalizar las teorías conspirativas populares en algunos sectores de su base, incluyendo a los seguidores de QAnon —un movimiento de extrema derecha propenso a fabulaciones delirantes, como la creencia de que las élites demócratas secuestraban niños para extraerles la sangre y obtener una droga llamada adrenocromo con supuestos fines de inmortalidad—. Los archivos de Epstein se convirtieron así en un grito de guerra para la base MAGA, deseosa de exponer a figuras del establishment político.
Una vez de regreso en la presidencia, Trump se topó con la cruda realidad detrás de sus promesas. Su Departamento de Justicia, encabezado por la nueva fiscal general Pam Bondi, anunció tras meses de investigación que no existía ninguna “lista de clientes” secreta de Epstein con nombres de figuras destacadas. El informe oficial confirmó que Epstein se había suicidado en 2019 y que no había evidencias de un complot oculto detrás de su muerte ni de expedientes explosivos guardados bajo llavete.
Para muchos incondicionales de Trump, este desenlace fue un jarro de agua fría: durante la campaña se les había hecho creer que la Administración revelaría información explosiva, pero la realidad ofrecía “nada que ver aquí”, como repitió Bondi, pidiendo cerrar el capítulo. La respuesta de Trump a la decepción de su base ha sido fulminante. Lejos de redoblar esfuerzos por satisfacer sus demandas, el presidente optó por descalificarlas. En una publicación reciente en su red Truth Social, arremetió contra quienes insisten en el tema Epstein, calificándolos de engañados y poco inteligentes.
“La nueva estafa (de los demócratas) se llama ahora ‘el Engaño de Jeffrey Epstein’ y mis antiguos seguidores han caído en esta ‘tontería’ por completo. No han aprendido la lección”, escribió Trump con evidente molestia. El presidente acusó a estos críticos dentro de sus propias filas de hacerle el juego a sus adversarios: “Dejen que estos débiles sigan adelante y hagan el trabajo de los demócratas. Ni se les ocurra hablar de nuestro éxito increíble y sin precedentes, ¡porque ya no quiero su apoyo!” zanjó Trump, marcando distancia con esos seguidores desleales.
En declaraciones posteriores ante periodistas, insistió en que el caso Epstein es irrelevante: “No entiendo por qué el caso de Epstein sería interesante para nadie. Es sórdido pero aburrido”, aseguró Trump, instando a todos a pasar página. “Creo que solo la gente muy mala, incluyendo las noticias falsas, desearía que esto continuara”, añadió, minimizando el asunto como un tema amarillista promovido por sus enemigostelemundo.com.
La dureza de Trump con este sector de su base refleja una inversión asombrosa de papeles. Aquel líder que enarboló teorías de conspiración ahora tilda de ingenuos a quienes las creyeron. Las expresiones “tontería”, “engaño” o “idiotez” muestran a un Trump a la defensiva, visiblemente irritado porque el fantasma de Epstein amenaza con debilitar la unidad de su movimiento. La estrategia de contener el tema con negativas tajantes y ataques personales, sin embargo, ha tenido un efecto Streisand: intentar sepultar el asunto solo ha servido para que muchos hablen más de él.
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Conexiones republicanas bajo escrutinio
Lejos de disiparse, el escándalo Epstein sigue ensombreciendo a figuras de ambos partidos, incluidos republicanos de alto perfil. Si bien los partidarios de Trump enfatizaron durante años las conexiones de Epstein con demócratas —notoriamente las numerosas ocasiones en que Bill Clinton voló en el jet privado de Epstein, el “Lolita Express”—, la realidad es que Epstein cultivó relaciones en todos los círculos de poder, sin distinguir afiliaciones políticas.
El propio Trump aparece mencionado en documentos del caso: su número de teléfono estaba en la libreta de direcciones de Epstein y su nombre surgió en registros de llamadas, aunque sin contexto incriminatorio. Durante el juicio de Ghislaine Maxwell en 2021 se revelaron registros de vuelo que indican que Trump viajó en el avión de Epstein en siete ocasiones. Esos vuelos ocurrieron a mediados de los años 90 e incluían a miembros de su familia —su entonces esposa Marla Maples, su hija Tiffany y su hijo Eric en algunos trayectos—, según los documentos judiciales.
Trump ha negado vehementemente haber volado con Epstein (“Nunca estuve en el avión de Epstein, ni en su ‘estúpida’ isla”, escribió en redes), pero los datos verificados de los pilotos lo contradicen parcialmente. Cabe señalar que en ninguno de esos vuelos registrados se acusa la presencia de menores ni actos ilícitos; de hecho, junto a Trump en esas listas aparecen otras figuras conocidas como el exmandatario Bill Clinton, el entonces príncipe Andrés de Inglaterra e incluso el actual secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., lo que evidencia lo transversal que era el alcance social de Epstein.
Algunas figuras republicanas han sido salpicadas indirectamente por el caso. Alexander Acosta, quien fue secretario de Trabajo de Trump, se vio obligado a renunciar en 2019 cuando salió a la luz que, como fiscal federal en Florida en 2008, negoció un acuerdo secreto que permitió a Epstein evitar cargos federales graves. Bajo ese acuerdo —considerado escandalosamente indulgente— Epstein cumplió apenas 13 meses de cárcel por dos cargos menores, con permisos para ausentarse durante el día. La conexión de Acosta con Epstein se convirtió en una vergüenza para la Administración Trump y mostró cómo la influencia social y política de Epstein le había otorgado favores incluso de funcionarios republicanos.
En el entorno actual, son también republicanos quienes están elevando la presión para esclarecer la trama Epstein. El nuevo presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, un aliado de Trump, sorprendió al sumarse públicamente a las voces que exigen transparencia total.
“Es un tema muy delicado, pero deberíamos compartir todo lo que haya y dejar que la gente decida”, declaró Johnson en una entrevista, refiriéndose a la información bajo custodia del Gobierno sobre Epstein.
Sus palabras evidencian la difícil posición del Partido Republicano: satisfacer a una base inflamada por teorías de conspiración o alinearse con un Trump empeñado en quitarle importancia al asunto. Junto a Johnson, otros republicanos influyentes en la órbita de Trump también habían promovido durante años las sospechas en torno a Epstein. Se sabe, por ejemplo, que Dan Bongino —exagente del Servicio Secreto y voz popular entre los conservadores, a quien Trump nombró subdirector del FBI— era uno de los convencidos de que los “archivos de Epstein” ocultaban verdades explosivas.
Lo mismo aplica a Kash Patel, un estrecho colaborador trumpista que ocupó posiciones de seguridad nacional y hoy dirige el FBI; Patel había sido difusor de estas teorías desde el llano opositor y ahora, ya en el poder, enfrenta el reto de desmentirlas. Paradójicamente, quienes antes alentaban las teorías conspirativas han tenido que pedir paciencia o silencio a los creyentes, erosionando su credibilidad ante ellos.
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Trump oculta información, según 7 de cada 10 estadunidenses
La mayoría de los estadunidenses cree que el gobierno del presidente Donald Trump está ocultando información sobre el caso Jeffrey Epstein y le da malas calificaciones en el tema después de comprometerse a hacer públicos los documentos del caso, según una encuesta de Reuters/Ipsos . La encuesta de dos días, que cerró el miércoles, mostró que el 69% de los encuestados pensaba que el gobierno federal estaba ocultando detalles sobre los clientes de Epstein, en comparación con el 6% que no estaba de acuerdo y aproximadamente uno de cada cuatro que dijo que no estaba seguro.
Solo el 17% de los estadunidenses aprueba la gestión del caso por parte de Trump, una calificación inferior a la que recibió el presidente en cualquier otro tema de la encuesta. Entre los republicanos, el 35% la aprobó, en comparación con el 29% que la desaprobaba y el resto que dijo no estar seguro o no respondió a la pregunta.
La reacción negativa al caso Epstein ha dejado al descubierto las tensiones dentro de la coalición de Trump y está poniendo a prueba una de las fortalezas políticas más duraderas de Trump: su capacidad para imponer lealtad y controlar la narrativa de la derecha. La protesta se produce en medio del descontento entre sectores de la base de Trump por los ataques estadounidenses a Irán, la continua participación en Ucrania y cualquier indicio de retroceso en las promesas de línea dura de la administración en materia de migración.