El uso de ftalatos (plásticos, cosméticos…) en el embarazo puede afectar el desarrollo del cerebro del bebé

El uso de ftalatos (plásticos, cosméticos, juguetes…) en el embarazo puede afectar el desarrollo del cerebro del bebé, y no se trata de una hipótesis alarmista, sino de una conclusión respaldada por la ciencia.
Mientras los padres alistan cunas, pañales y colonias perfumadas, una amenaza invisible se cuela entre los objetos cotidianos, alterando en silencio el neurodesarrollo del feto. Plásticos suaves, fragancias sintéticas y esmaltes brillantes esconden un enemigo común: los ftalatos, disruptores hormonales que parecen tener una peligrosa afinidad con el cerebro en formación.
Un estudio publicado recientemente en Nature Communications y liderado por un equipo internacional de científicos reveló que la exposición prenatal a ftalatos está asociada con cambios en la estructura cerebral y menores puntuaciones en coeficiente intelectual durante la infancia. Esta no es la primera vez que se lanza la alerta: centros como el ISGlobal de Barcelona también han documentado impactos similares.

¿Qué son los ftalatos y dónde se encuentran?
Los ftalatos son una familia de compuestos químicos ampliamente utilizados para hacer que los plásticos sean más flexibles, duraderos y transparentes. Están presentes en infinidad de productos: desde cortinas de baño y envases de alimentos, hasta juguetes, esmaltes de uñas, perfumes y cremas. Si algo huele a “nuevo” o tiene fragancia artificial, probablemente contenga ftalatos.
Estos compuestos son contaminantes hormonales, también conocidos como disruptores endocrinos, que pueden interferir con las hormonas humanas, especialmente durante etapas críticas del desarrollo como el embarazo. La exposición se produce principalmente por contacto dérmico, inhalación o ingestión, y su presencia es tan extendida que incluso se han detectado en muestras de orina de prácticamente toda la población mundial.

¿Cómo afectan los ftalatos al desarrollo del cerebro fetal?
Durante el embarazo, el cerebro del feto atraviesa una fase de crecimiento vertiginoso y de alta sensibilidad. En este contexto, los ftalatos actúan como saboteadores silenciosos. Según Nature Communications, estos químicos alteran regiones cerebrales relacionadas con la memoria, el lenguaje y el control emocional, como el hipocampo y la corteza prefrontal.
La interferencia no se limita al sistema nervioso. Los ftalatos afectan la producción y regulación de hormonas como la testosterona y el estrógeno, fundamentales en la diferenciación sexual y el desarrollo cerebral temprano. Además, algunos estudios sugieren que la exposición puede aumentar el riesgo de trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH o el autismo.

Estudios científicos que relacionan ftalatos y neurodesarrollo
Los niños nacidos de madres con altos niveles de ftalatos en sangre mostraron un rendimiento cognitivo menor a los siete años, especialmente en pruebas verbales y de razonamiento.
Por su parte, el estudio liderado por ISGlobal encontró una correlación entre la exposición prenatal a plastificantes y una reducción del volumen cerebral en zonas clave para el aprendizaje, así como un cociente intelectual más bajo en comparación con niños no expuestos.
Estos resultados se suman a décadas de investigación sobre los efectos de los disruptores endocrinos en la salud humana. Aunque aún se debate el nivel seguro de exposición, la evidencia acumulada sugiere que incluso dosis bajas, pero constantes, pueden tener consecuencias duraderas.
Recomendaciones para embarazadas: ¿cómo evitar los ftalatos?
Reducir la exposición a ftalatos durante el embarazo no requiere paranoia, pero sí consciencia. Aquí algunas medidas prácticas:
- Evitar cosméticos con fragancias artificiales o ingredientes como “dibutyl phthalate (DBP)” o “diethyl phthalate (DEP)”.
- Usar recipientes de vidrio o acero inoxidable para alimentos, y nunca calentar plástico en el microondas.
- Leer etiquetas de productos de cuidado personal y limpieza, y optar por opciones libres de ftalatos.
- Ventilar bien los espacios interiores, ya que los ftalatos también se acumulan en el polvo doméstico.
Aún queda camino por recorrer en términos de regulación y etiquetado claro, pero la responsabilidad también recae en los consumidores. El cerebro de un bebé en formación no debería pagar el precio de un plástico más brillante o una fragancia más persistente.